martes, 24 de mayo de 2011

EL VIAJE DÍA A DÍA.

Lunes 9 de mayo. Pueblos-Madrid-París.
Nuestro viaje se inició muy bien, y la llegada a París a mediodía nos abrió una posibilidad de comenzar a disfrutar de una tarde maravillosa. Al llegar nos recibió Doris en el aeropuerto. Era un guía que no dejó indiferente a nadie.
Nada más dejar las maletas en el Hotel Forest Hill en el barrio norte en el que nos alojaríamos los dos días de nuestra estancia en la “ciudad de las luces” y que estaba al lado del Parque de La Villette, comenzamos con nuestra visita al Museo del Louvre, que fue la primera visita guiada. Nos repartieron en tres grupos dispares, aunque vimos casi todos poco, y lo mismo, de este museo por  excelencia.
El museo es tan grande que cuando accedes por alguna de las múltiples entradas de las que dispone, más bien parece una gran estación de trenes o un aeropuerto, con miles de personas circulando y haciendo interminables colas. Nuestra llegada, desde el aparcamiento, resultó un poco “desconcertante”.



Una visita completa al Louvre podría llevarnos varios días, por lo que nuestras guías se limitaron a hacer una preselección y llevarnos directamente a las salas. Tuvimos que armarnos de paciencia en la sala en la que está la Mona Lisa, ya que estaba muy abarrotada y resulta bastante agobiante. 
Caminamos por las orillas del Sena,  llegando hasta la  Isla de la Cité, en medio del Sena que está conectada con el resto de la ciudad por varios puentes. En esta isla se encuentran varias atracciones turísticas importantes, siendo la principal Notre Dame.
Notre Dame de París, "Nuestra Señora de París", probablemente la catedral más conocida del mundo. Está dedicada a la Virgen María y fue construida entre los siglos XII y XIV, es una construcción realmente impresionante, con casi 150 metros de largo y 70 de altura.

El lugar donde se encuentra la catedral estuvo desde mucho tiempo antes de su construcción ligado a las actividades religiosas. Es uno de los lugares turísticos más visitados. La Catedral Notre Dame de París es, sin ninguna duda, uno de los símbolos de la ciudad. Si bien no es la catedral más grande de Francia, es una de sus obras de arte gótico más remarcables.
La tribu celta de los parisii, los primeros habitantes de la isla, al parecer celebraban allí sus rituales y posteriormente los romanos habían erigido un templo en honor a Júpiter. Una primera iglesia cristiana se habría construido luego en honor a Saint Etienne, y sobre ella una iglesia románica, que es la que perduró hasta 1163, año en que el arzobispo Maurice de Sully decidió la construcción de la catedral.
Sobre el portal central se destaca el gran vitral circular de la roseta, de casi 10 metros de diámetro, uno de los elementos más notorios de la fachada. Sin embargo, este vitral no es el más grande de la catedral, ya que las fachadas norte y sur presentan vitrales de 13 metros de diámetro. Por encima de la roseta, una hilera de columnas y luego las dos torres con campanario completan la cara oeste.
Las torres de Notre Dame son la mayor atracción de todo el recinto, el acceso está situado en el exterior en la parte izquierda de la catedral. Una vez subidos los 387 escalones, no hay ascensor, que nos llevan a la parte superior, es posible visitar los diferentes campanarios en los que Víctor Hugo situó al jorobado Quasimodo en su maravillosa novela Notre Dame de París.
A partir de aquí, el gran grupo se deshizo y caminamos un poco “de por libre” callejeando, y buscando algún lugar en el que reponer fuerzas. 
Algunos dieron un paseo por el Sena en barco disfrutando de vistas sobre Notre Dame, la Torre Eiffel, el puente Alejandro III, etc. Otros, simplemente, cenamos, algunas crepes, galettes, o simplemente una cerveza o una cidra, nos empezaron a recordar que estábamos en otro país y que los precios de sus establecimientos de restauración eran diferentes de los nuestros!

Vuelta al Hotel, paseo por los alrededores y…buenas noches 



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