domingo, 7 de noviembre de 2010

El geógrafo

Jan Vermeer van Delft
El geógrafo
1669
Óleo sobre lienzo
51,6 x 45,4 cm
Städel Museum, Frankfurt am Main
 

Un hombre se encuentra ante una mesa, con el lado derecho iluminado por la luz que entra por la ventana. Está inclinado sobre unos pergaminos o papeles. Tiene la mano apoyada sobre un libro. Hay dos rollos de papel en el suelo. La pared del fondo está cubierta con azulejos de Delft.
Los objetos cartográficos —el compás, la escuadra en el taburete, el globo terráqueo y el mapa de la pared— nos dan a entender que este hombre es un geógrafo. Su cara está ligeramente orientada hacia la luz, con sus ojos mirando por la ventana. Sostiene el compás sobre el papel, como si estuviera haciendo una pausa para concentrarse.
El siglo XVII fue una época de grandes descubrimientos. Se cartografiaron nuevas tierras en mapas y se registraron nuevas rutas marítimas en las cartas de navegación, trayendo comercio y conocimientos de tierras lejanas.
Vermeer es admirado por su utilización del color y la luz, así como por su singular manejo del pincel. La luz se refleja en la frente del geógrafo y en la manga de su bata azul con forro rojo, creando una atmosfera vívida y relajada. Líneas diagonales de luces y sombras nos guían de nuevo hacia la figura del geógrafo. Una alfombra plegada y las cortinas que cuelgan a la izquierda de la ventana nos guían hacia la figura central. El propio geógrafo es el centro de su mundo, al igual que los Países Bajos era un centro de comercio y descubrimiento.
Actualmente considerado uno de los principales pintores holandeses (con sólo 35 obras), a lo largo de su vida Vermeer fue relativamente ignorado. Murió en la pobreza, dejando esposa y once hijos. Tuvieron que pasar más de 200 años para que sus obras adquirieran el valor perdurable que poseen en la actualidad.

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